Por muy canalla que me veáis (soy consciente de que puedo dar esa imagen y tampoco es que haga demasiado por cambiarla), soy un niño de mamá. Siempre he estado muy unido a ella y tenemos una conexión especial. Me acuerdo cuando tenía 10, 11, 12 años y me sentaba con ella a ver la televisión después de hacer los deberes. Hablábamos de un montón de cosas y me sentía muy adulto, como si mi opinión de verdad contara. La vida de mi madre no ha sido fácil, por eso supongo que yo me convertí sin pretenderlo en una especie de consuelo. Mi padre trabajaba muy duro, se pasaba mucho tiempo fuera de casa y a ella le tocaba lidiar con los problemas de la familia, con las tensiones y otras movidas. A medida que fui creciendo me hice más independiente y fui separándome un poco de sus faldas, pero sigue gustándonos mucho hablar de nuestras cosas porque siempre nos hace sentir mejor.
Todo esto para contaros que desde que vivo fuera nos hemos propuesto hablar al menos dos veces a la semana. Para tenernos al día, que decimos nosotros. Ayer la llamé por Skype (he conseguido que se ponga las pilas con el ordenador y se convierta en una senior techy) y estuvimos más de una hora colgados de él. Estuve hablándole de cómo me va en el trabajo y explicándole cosas de la oficina, aunque estoy seguro de que se le escapa la mitad de las cosas. Tampoco es que me apetezca mucho cansarla con los problemas que estoy teniendo con algunos proyectos, así que nos pasamos luego a cosas con más miga. Que si se ha muerto el vecino de la tía, que si mi hermana ha hecho esto o lo otro, que si te acuerdas de cuando fuimos a tal sitio todos juntos… A veces nos ponemos un poco nostálgicos y se le nota en la voz que me echa de menos. Es lo que hay.
La cuestión es que se reservó el notición casi para el final. Hace tiempo que mi padre decía que tenía alguna molestia al mear, que tenía siempre ganas aunque él no hay sido nunca de beber mucho. Se quejaba un poco conmigo, pero a mi madre prefería no alarmala. Es igual de hipocondríaco que yo, así que supongo que con ella disimulaba para que no le insistiese en que fuese al médico. Al final,después de no sé cuántos meses, ha ido por fin al urólogo. Le han diagnosticado hiperplasia benigna de próstata, eso que todos llamamos "estar de la próstata", vamos. Me lo imagino suspirando aliviado con el diagnóstico, que seguro que estaba temiendo tener un cáncer o algo así. No parece nada grave, tan solo molesto. Lo más sorprendente es que, cuando le he preguntado a mi madre por el tratamiento que le han dado, me ha dicho que ni más ni menos que Cialis. ¡Mi padre toma lo mismo que yo! Evidentemente, a ella no se lo he contado. Quién me lo iba a decir…
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