martes, 30 de abril de 2013

Si la montaña no va a Mahoma… Mahoma compra pastillas para la impotencia


Los colegas que saben lo que me está pasando dicen que me ven animado, que lo llevo bien. Ésa es mi fachada. Estoy tan acostumbrado a dar siempre la imagen exacta que la gente se espera de mí que me he convertido en un camaleón hasta en mi vida privada. Los clientes quieren a un tipo profesional y cercano, pero al mismo tiempo frío y calculador. Buscan un tiburón del marketing que les garantice resultados y campañas virales. Yo se lo doy. Y si mis amigos no quieren verme de bajón, pues sonrío y me trago toda la mierda en silencio. Tampoco me imagino llorando con ellos. No es mi rollo, tampoco el suyo. De vez en cuando se atreven a ir un poco más allá de las charlas sobre fútbol, economía, tías, bares de moda y viajes y lanzan un tímido "¿cómo va lo tuyo?". Y yo, con toda mi socarronería, les digo que estoy hecho un toro… de camino a los corrales. Ahí nos echamos unas risas y pasamos a otro tema más liviano, menos emocional. 

Creo que he empezado la casa por el tejado. Me he lanzado a la terapia conductal sin antes haber pasado por el médico de cabecera o el urólogo. Como me recomendaron hacerlo, simplemente no me lo planteé dos veces. A base de leer y leer en Internet me he dado cuenta de que antes de nada tendría que realizarme un chequeo. Stephen está de acuerdo. De hecho, le sorprendió bastante cuando le comenté que no lo había hecho todavía. Se supone que el especialista me hará una entrevista para intentar determinar el tipo y grado de impotencia que tengo. Luego tendré que pasar por los análisis de sangre y orina para saber si tengo el azúcar alto (no vaya a ser que sea diabético y no lo sepa), medir los niveles de testosterona, etc. Suena a ciencia-ficción, pero incluso puede que me hagan un test llamado "prueba de Doppler" para monitorizar las reacciones de mi pene durante la noche. 

Una cosa que tengo clara es que si sigo notando problemas de erección en las próximas semanas (el sábado volví a fallar con Anna), voy a tener que recurrir a las pastillas para la impotencia. Siempre he pensado que la Viagra es para loosers, para esos viejos babosos que tienen  casi 80 años y todavía no se resisten a echar un polvo al mes o al año… Es la ley de la justicia universal, que diría mi santa madre. Tanto reírme de los viejos y ahora soy yo el que tiene el problema. 

jueves, 25 de abril de 2013

El día que comencé la terapia





Fue uno de los peores que recuerdo. Los he tenido malos, como todo hijo de vecino, pero aquél fue especialmente crítico. Para un tío de 40 tacos, que le digan que tiene que ir a contarle sus batallitas a un psicólogo es un trago difícil de asumir. Sobre todo si hasta el momento te creías un Superman en muchos terrenos. La cuestión es que en ese momento estaba tan jodido que no veía mucho más allá. Había hablado con un compañero del trabajo y él me había recomendado esa solución. Me recomendó una terapeuta muy buena, pero entre que era una mujer (me daba rollo hablarle a ella de mi problema) y que tenía la consulta bastante lejos de mi casa, decidí buscarme algo más a mano. Si tengo que perder el tiempo en terapias conductales, por lo menos que no tenga que invertir cuatro horas en ir y venir haciendo cambios en el metro. 

Por no variar, eché mano de Internet para buscar y ésa fue otra movida. ¿Alguien tiene idea de cuántos consejeros sexuales puede haber en una ciudad como Londres? Al final me lo jugué todo a una carta, en plan ruleta rusa. Me quedé con el número de un gabinete de psicoterapeutas y consejeros que tiene un par de clínicas en Londres y parecía muy profesional. Profesional y elegante, a decir verdad. La página web me inspiró confianza y, además, una de las dos consultas está en la City, a un tiro de piedra de donde vivo. 

En la lista de terapeutas vi a uno llamado Chuck y en ese momento deseé que fuera el mío. Por Chuck Norris, claro. No hubo suerte, éste está especializado en otro tipo de problemas. A mí me derivaron a Stephen. Tiene cara de buenazo, pero en la sesiones no tiene demasiada piedad. Es de los que va al grano y cuando nota que te vas por los cerros, te corta en seco. Las primeras preguntas me hicieron creer que estaba en una película de Woody Allen. Para darle de comer aparte, el tal Stephen. Pura originalidad:
- ¿Podrías describir tu problema? 
- ¿Cuándo lo notaste por primera vez?
- ¿Ha empeorado la situación en este tiempo?
- ¿Por qué has decidido recurrir a la terapia sexual?
- ¿Cómo afecta este problema a tus relaciones personales?

martes, 23 de abril de 2013

Datos, datos y más datos sobre la impotencia




Hoy tengo el día técnico. Supongo que va en mi naturaleza. Me gusta el análisis y el marketing, el controlar de las cifras y los rendimientos. El implementar webs es lo mío y lo hago muy bien, creedme. Así que cuando se trata de rastrear información, sea lo que sea, no hay tema que se me resista. La mierda es que, en este caso, no estoy haciendo ningún estudio de mercado ni buscando nichos para un nuevo producto. Cada vez le dedico más tiempo a buscar cosas en Internet sobre problemas de impotencia, eyaculación precoz y toda la familia. Si sigo así, acabaré cambiándome de trabajo. Me veo ya como un experto en potencia. Esto es reírse por no llorar, vamos. 

Es curioso, porque hasta hace un tiempo a mí lo de las disfunciones sexuales me sonaba a chino. Ni me importaba, para ser sincero. Y no era consciente de que hubiera tantos tíos a los que no les funcionara bien. Solo tienes que poner "foros impotencia" en Google y encuentras la tira de páginas en las que cuentan sus movidas. Si alguien me hubiera dicho que acabaría leyéndolas como si me fuera la vida en ello, intentando encontrar a alguno que se ajuste exactamente a lo que a mí me pasa, me habría reído en su cara. Yo NO era así. Yo NO era eso. 

Parece ser que la impotencia es uno de los problemas sexuales masculinos más comunes y que solo en España afecta a más de dos millones de hombres. No sé si a partir de ahora a mí me meterán en esa lista o si me incluirán entre los impotentes ingleses… Soy un paria del sexo en terreno de nadie. Y dicen que más de 1 de cada 10 tendrá algún episodio de impotencia más o menos duradero a lo largo de su vida, que se puede dar a cualquier edad. Los nervios, el estrés y la poca experiencia influyen a la hora de no poder mantener la erección. Mi terapeuta dice que yo estoy en esa categoría, que debo tener paciencia y que iré mejorando. A día de hoy ya no estoy tan seguro. El subidón del otro día ya se me está pasando. 

jueves, 18 de abril de 2013

Sigo preguntándome por qué



Ayer me llamó Anna al salir del trabajo. Dijo que tenía ganas de verme y que, si no estaba muy liado, podríamos ir a tomar algo a algún sitio por el centro. Nos va bien a los dos, a medio camino entre su piso y mi loft.  Así es como solemos hacerlo normalmente. Unos compañeros de la oficina me habían estado hablando por la mañana de un local muy cool y trendy cerca de Oxford Circus, así que quise dármelas de moderno y la invité allí. Nos encontramos en la estación del metro y en menos de 5 minutos estábamos ya en el Dirty Martini. Tiene su punto, sí. Pero para ser sincero no es que me fijara demasiado en la decoración del local. Con la italiana tenía suficiente material. Siempre me ha resultado sexy, pero no es lo que se suele decir un cañón. Anoche estaba fantástica. Y cuanto más la miraba, más flashes se me venían a la cabeza. 

¿La llevo a mi casa o nos vamos cada uno por nuestro lado? ¿La acompaño a su piso en plan caballero? En general no me gusta dejar la pelota sobre el tejado de las tías, no vaya ser que me hagan la cobra y me quede sin plumas y cacareando. Si uso bien mis cartas soy muy consciente de que llevo las de ganar. Normalmente, claro. Por eso siempre controlo la situación con un cierto margen de anticipación. Me la jugué y la invité a irse conmigo, sabiendo que si la cosa no marchaba tendría que acabar dándole boleto en plena noche. Había intentado controlarme con las copas para que el alcohol no perjudicara al soldadito en la batalla. Un par de vinitos para acompañar al cóctel de marisco y eché el freno. 

No voy a entrar en detalles, que aunque esté usando un pseudónimo sigo siendo un caballero, pero fue más que bien. Me sentí como hace tiempo que no lo hacía. Reconozco que estaba un poco nervioso cuando empezamos a enrollarnos. Tanto, que me temblaban un poco los dedos al desabotonarle la blusa, pero ella siguió sonriendo como si nada. Un encanto de chica, esta Anna. Y cuando noté que mi erección empezaba a crecer me vine arriba como un campeón. Tenía tantas ganas de penetrarla que me costaba centrarme solo en los prolegómenos. De todas formas, fui generoso y la hice disfrutar lo suyo. Hoy estoy más animado. ¿Y si lo de la impotencia solo era transitorio? He visto en algún sitio que a veces se da en tíos jóvenes, pero se pasa. Con un poco de suerte, dentro de nada ya no habrá motivos para que siga haciendo esto. Que conste que empieza a gustarme lo de escribir y tal, ¡eh!

martes, 16 de abril de 2013

He pensado en dejarlo, pero aquí sigo




Reconozco que el terapeuta tenía razón. Después de colgar mi primer post me sentía realmente bien. Como desahogado, libre de un gran peso. Pero vamos, que conforme ha ido pasando el tiempo y la adrenalina de la novedad se ha esfumado, he vuelto a la cruda realidad. He pasado de pensar que la idea del blog es una absoluta chorrada a creerme que con un simple click ya iba a curarme la olla. "Ni tanto ni tan calvo", me ha dicho el psicólogo (eso sí, en su perfecto inglés que suena más a "you must have patience" que a otra cosa). 

El fin de semana es toda una pesadilla para mí. Antes me sentía el rey del mambo y ahora me siento el último mono. Con Anna me va bien, pero no tenemos nada serio. Ni a ella le interesa ni es mi estilo. A mí me va más lo de ser un espíritu libre, relaciones abiertas, amigos con derecho a roce. Soy un caradura, pero uno en condiciones. Yo, por lo menos, las mimo y las trato como se merecen. Pero al grano: desde que soy consciente de que no siempre puedo funcionar en la cama, me corto mucho más. Supuse que sería más fácil si me centraba en la italiana y dejaba de tener rollos esporádicos durante una temporada. Últimamente quedamos el sábado o el domingo en su piso compartido o en mi loft. No soy un tío romántico, aunque sé cómo currármelo para camelarlas. Así que bajo las luces, conecto el hilo musical con algo clásico tipo Marvin Gaye o un poco más moderno (me pone escuchar a Sade, por ejemplo) y le sirvo una copa. Tengo un sexto sentido para adivinar cuándo está a punto. El problema es que me cuesta llevar la iniciativa. No puedo sacarme de la cabeza que no se me va a aguantar la erección

La cuestión es que he probado a masturbarme y ahí todo va como la seda. A mi ritmo, acelerándolo y ralentizándolo, voy notando cómo la cosa marcha. Y sí, se me pone tiesa. Ahora que me paso el día buscando información sobre la impotencia en Internet he encontrado algunas teorías que me acongojan (por no decir otra cosa). Un tío decía que los hábitos de masturbación pueden provocar disfunciones sexuales. Espero que no, pero ya no estoy tan seguro. ¿Por qué funciono a solas y tengo problemas para hacerlo con una mujer? El terapeuta dice que sufro un bloqueo emocional. Todo suena tan técnico y sencillo... 

jueves, 11 de abril de 2013

Si no sonara demasiado negativo diría que la vida es una mierda



Yo era un crack. Un crack en letras mayúsculas. Uno de esos tíos que saben que la gente los adora o los odia. No es que fuese un Beckham, pero ni falta que me hacía. Me tiraba un par de horas de gym tres veces a la semana, me compraba mi ropita de marca y vivía por y para mi trabajo. Soy web manager en una empresa de Londres y eso exige echarle tiempo y tiempo, sin pensar mucho en lo que te pierdes a nivel personal. Yo creía que no me faltaba nada. Las after work parties eran mi especialidad. Es cuestión de seguridad en uno mismo y un poco de jeta. Me las tiraba casi a pares. Y no soy ningún fantasma, que conste. Pero yo qué sé, será mi aspecto exótico de chico latino que las pone a muerte…

Hasta ahí todo normal. Un tío en sus cuarenta y pocos que aprovecha sus bazas en la City. Como yo los hay a patadas, estarás pensando. Supongo que sí. Hasta que se me fastidió (por decirlo de forma suave) el rollo. Hace unos meses conocí a una chica en un bar de Shoreditch, una tía muy normal pero con un punto súper sexy que me volvió loco desde el principio. Ella es italiana, de Turín, aunque nunca lo habría adivinado. Pelirroja y con unos ojos que deben de ser verdes, aquella noche no estaba yo como para situarla en el mapa. Le tiré la caña a distancia y ella se dejó hacer. Lo de resistirse no iba con ella porque estaba claro que yo le gustaba. Nos fuimos a mi loft y tardé menos de cinco segundos en llevármela a la cama. También tarde menos de 5 segundos en darme cuenta de que aquello no marchaba. Estaba muy caliente, pero no se me levantaba. Intenté disimularlo. No fui capaz. Ella se dio cuenta, claro. Se dedicó a intentarlo todo, no sé si para ahorrarme a mí el corte o porque necesitaba un polvo desesperadamente. Nada de nada. Al final le dije que mejor ya nos veríamos otro día. Por raro que suene, quise llamarla al día siguiente. Para disculparme y tal. Empezamos a vernos esporádicamente y acabamos otra vez en la cama. Esa vez sí funcionó,  aunque yo no estaba a tope como siempre. Desde entonces, siento que he estado jugando a la ruleta rusa. A veces me funciona y a veces no. 

Será por influencia americana, pero aquí lo de los terapeutas también tiene mucho tirón. Un colega de la oficina me recomendó que lo consultara, por si acaso. He empezado a hacer sesiones de terapia conductal cuando tengo algún hueco en la agenda. Este blog es una parte del tratamiento. Tengo que aprender a hablar de lo que me pasa para poder solucionarlo. Ahora sé que tengo problemas de impotencia en fase inicial. La vergüenza me impide dar mi verdadera identidad.