martes, 28 de mayo de 2013

¿Cómo hablar de la impotencia sin morir en el intento?



Desde que Stephen me sugirió que hablase con Anna no he dejado de darle vueltas al asunto. No es la primera vez que me lo dice, pero nunca lo había hecho con tanta insistencia. Al principio de la terapia me preguntó si tenía pareja estable o si veía a alguien. Yo le dije que me acostaba de vez en cuando con una chica italiana. Acostarse. No salir. Estoy seguro de que en ningún momento he dejado entrever que haya algo más. Vale que hayamos cenado un par de veces por ahí y que cada vez que viene a casa se quede a dormir. Pero, hasta donde yo sé, eso no implica ningún compromiso, ¿no? Somos dos adultos que se lo pasan bien en la cama. Bueno, que intentan pasárselo bien (a pesar de mis limitaciones últimamente). 


Pero mi terapeuta no es de la misma opinión. En el fondo creo que le pone llevarle la contraria a los pacientes para demostrar que es él quien lleva la voz cantante y que los títulos que tiene colgados en la pared no son de adorno. Según Stephen, estoy empezando a "implicarme emocionalmente" con Anna. En cristiano, que me gusta Anna. Y que si me da tanto palo no funcionar con ella en la cama es porque me importa algo más que el sexo con ella. Si solo fuera eso, ya le habría dado boleto. Y, sin embargo, ahí sigo intentándolo. 

Soy consciente de que tiene razón. No sé por qué, pero aunque me hace sentir fatal la tensión de no saber si voy a estar a la altura en la cama o no, nunca he pensado seriamente en dejar de verla. Lo he intentado, que conste, pero luego ella ha vuelto a llamarme y no he podido resistirme. O no he querido. Confío en ella y, en el fondo, me tranquiliza hacerlo con ella. Intuye lo que me pasa, pero nunca lo menciona. Después de ponerlo por escrito, me estoy dando cuenta de que Stephen no va tan desencaminado. Quizás debería hablar con ella directamente. O por teléfono, que es menos embarazoso. Puede que se merezca una explicación decente sobre por qué no se me levanta

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