Llevo una semana sin hacerlo. Una semana sin sexo. Siete días. Me siento totalmente apático, así que tampoco es que lo eche de menos. Ni tan siquiera me apetece masturbarme. Solo quiero estar solo y de pasar de todo. No tengo ganas de ir a ninguna parte y he vuelto a ponerme a fondo con el trabajo otra vez. Estoy a pleno rendimiento, pasando las noches en vela porque no consigo dormir más de unas cuatro horas seguidas. Incluso he vuelto a hacer cosas como freelancer simplemente para no tener tiempo a rallarme. Me siento muy quemado de repente, como si todas las tensiones que he ido acumulando en años hubieran explotado en mi cerebro.
Creo que necesito desconectar del sexo y de todo lo que me recuerde a ello. Tampoco es que ahora mismo esté pensando precisamente en irme de clubbing en busca de un rollo de una noche. Si quisiera eso, lo tendría y sería demasiado fácil. Una temporada en el dique seco suena como música celestial para mis oídos. Pienso en Anna a menudo, tengo que reconocerlo. Me gusta Anna, tanto físicamente como su personalidad. Es una mujer madura, decidida, pero no ha perdido ese punto de ternura que algunas a los 35 ya no tienen ni por asomo. Sé perfectamente que si yo no fuese como soy, podríamos llegar a funcionar. La cuestión es precisamente que yo soy como soy y en este momento no soy capaz de centrarme en lo nuestro. Entre la terapia, lo de la impotencia, los nervios y el trabajo estoy hecho polvo. Estoy cansado de que mi vida gire en torno a mi erecciones. No quiero seguir hablando de ello, no quiero pensar en ello, no tengo ganas de seguir adelante con el tratamiento. Me da pereza seguir yendo al psicoterapeuta. Si el sexo no fuese tan importante, seguro que no tendría ningún problema.
Para un hombre es un tema de vida o muerte el funcionar bien en la cama. Vale que las mujeres se preocupen siempre por su aspecto y que tenga una lista infinita de complejos de lo más estúpido sobre los quilos, los michelines, el tamaño de su pecho, etc. Pero reconozco que los tíos no nos quedamos atrás en ralladuras. No os voy a negar que yo soy el primero que se preocupa por su rendimiento en el sexo. Para mí ha sido un tema esencial durante mucho tiempo y no cambié de opinión hasta que empecé a ir al psicólogo por lo de la impotencia. De todas formas, creo que todavía me queda mucho camino por recorrer. Stephen solía decir que el sexo ocupaba una parcela demasiado grande en mi vida. Por eso necesito demostrarme a mí mismo que puedo vivir sin él y olvidarme así de mis propias obsesiones.
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