jueves, 11 de abril de 2013

Si no sonara demasiado negativo diría que la vida es una mierda



Yo era un crack. Un crack en letras mayúsculas. Uno de esos tíos que saben que la gente los adora o los odia. No es que fuese un Beckham, pero ni falta que me hacía. Me tiraba un par de horas de gym tres veces a la semana, me compraba mi ropita de marca y vivía por y para mi trabajo. Soy web manager en una empresa de Londres y eso exige echarle tiempo y tiempo, sin pensar mucho en lo que te pierdes a nivel personal. Yo creía que no me faltaba nada. Las after work parties eran mi especialidad. Es cuestión de seguridad en uno mismo y un poco de jeta. Me las tiraba casi a pares. Y no soy ningún fantasma, que conste. Pero yo qué sé, será mi aspecto exótico de chico latino que las pone a muerte…

Hasta ahí todo normal. Un tío en sus cuarenta y pocos que aprovecha sus bazas en la City. Como yo los hay a patadas, estarás pensando. Supongo que sí. Hasta que se me fastidió (por decirlo de forma suave) el rollo. Hace unos meses conocí a una chica en un bar de Shoreditch, una tía muy normal pero con un punto súper sexy que me volvió loco desde el principio. Ella es italiana, de Turín, aunque nunca lo habría adivinado. Pelirroja y con unos ojos que deben de ser verdes, aquella noche no estaba yo como para situarla en el mapa. Le tiré la caña a distancia y ella se dejó hacer. Lo de resistirse no iba con ella porque estaba claro que yo le gustaba. Nos fuimos a mi loft y tardé menos de cinco segundos en llevármela a la cama. También tarde menos de 5 segundos en darme cuenta de que aquello no marchaba. Estaba muy caliente, pero no se me levantaba. Intenté disimularlo. No fui capaz. Ella se dio cuenta, claro. Se dedicó a intentarlo todo, no sé si para ahorrarme a mí el corte o porque necesitaba un polvo desesperadamente. Nada de nada. Al final le dije que mejor ya nos veríamos otro día. Por raro que suene, quise llamarla al día siguiente. Para disculparme y tal. Empezamos a vernos esporádicamente y acabamos otra vez en la cama. Esa vez sí funcionó,  aunque yo no estaba a tope como siempre. Desde entonces, siento que he estado jugando a la ruleta rusa. A veces me funciona y a veces no. 

Será por influencia americana, pero aquí lo de los terapeutas también tiene mucho tirón. Un colega de la oficina me recomendó que lo consultara, por si acaso. He empezado a hacer sesiones de terapia conductal cuando tengo algún hueco en la agenda. Este blog es una parte del tratamiento. Tengo que aprender a hablar de lo que me pasa para poder solucionarlo. Ahora sé que tengo problemas de impotencia en fase inicial. La vergüenza me impide dar mi verdadera identidad. 

1 comentario:

  1. Tío, te sonará a cachondeo pero reconozco que tienes un par para hacer esto...

    ResponderEliminar