martes, 11 de junio de 2013

La impotencia tenía un precio




Ya lo decían Clint Eastwood y cía. en aquel spaghetti western mítico que tantas veces he visto cuando era un niño. Ellos se referían a la muerte, pero para mí los episodios de impotencia se han convertido en los últimos meses en una pequeña muerte sexual (y social). Tanto es así que he dejado de saltar de mujer en mujer para limitarme a solo una con la que me siento más confiado y relajado. Mi terapeuta lo llama "sentir algo por alguien", pero a mí la idea del amor todavía me escuece un poco. Prefiero verlo con más distancia y no ponerle etiquetas a lo que tenemos. De hecho, ¿tenemos algo?

La disfunción eréctil me está costando cara, sí. Entre lo desquiciado que me tiene la cuestión de no poder ser dueño al 100% de mi rendimiento en la cama y el cóctel de ideas que me está infiltrando Stephen sesión a sesión, ya no sé ni adónde voy. Lo peor es que, ahora que me he decidido a probar las pastillas para la impotencia, me estoy echando atrás. No es que vaya a tirarlas ni a regalárselas al primero que se me cruce por la mañana en London Bridge, pero las tengo apartadas. He dejado la caja de Levitra en un cajón de mi mesita de noche, tan cerca y tan lejos. Estoy un poco acongojado (por no decirlo de otra forma). La lectura del otro día me ha dejado bastante rallado con el tema de los efectos secundarios. Supongo que tengo que dejar de pensar en los contras y centrarme en los pros del tratamiento para la impotencia.

Al fin y al cabo, he pagado 80 euros por una cajita de 4 pastillas de Levitra de 5 mg. Es la dosis mínima, así que se supone que sus contraindicaciones deberían ser todavía menores. Mañana puede que quede con Anna y pruebe a tomarme una cápsula. A ver qué tal funciona. Si da buen resultado, el día menos pensado me animo con una dosis más alta. O con el otro Levitra, el Levitra bucodispersable. Tiene muy buena pinta. Es como las nuevas Aspirinas, que no necesitan agua. Estés donde estés, te metes la pastilla en la boca y ahí se va disolviendo. Media hora después, estás listo para plantar batalla. O lo que haga falta…

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