martes, 10 de septiembre de 2013

¡Vaya decepción con los Juegos Olímpicos de Madrid 2020!


El verano se ha ido al garete en Londres. Después de tres meses de buen tiempo casi continuo, parece que volvemos ya a la lluvia clásica. El sábado por la tarde lloviznaba y yo no estaba de muy buen humor, así que me quedé en casa sin ningún plan especial. Me dediqué a relajarme sin hacer nada en concreto, en plan couch potatoe (que dicen los ingleses). Estuve viendo un par de capítulos de "Orange is the new black" en streaming porque una compañera del trabajo me había hablado muy bien de ella. Sinceramente, no me parece nada espectacular. Los primeros dos episodios son entretenidos y consiguen engancharte, pero luego el tercero pierde un poco la chispa. Habrá que ver cómo sigue… Como me estaba cansando de ver la serie, me pasé a la tele por cable. De repente me acordé de que era la noche de la elección de la sede de los Juegos Olímpicos del 2020. No es que me pudiese el sentimiento patriótico, pero tenía curiosidad por saber si Madrid conseguiría batir a Estambul y Tokio. En las últimas semanas las ediciones digitales de los periódicos españoles no hablaban de otra cosa. No sé si en España se vivía con tanta intensidad, pero daba la sensación de que las Olimpiadas eran el centro del universo. 

Supongo que a pesar (o a causa) de la crisis, la corrupción, el paro y compañía, muchos habían puesto sus esperanzas en el empujón económico que todos dicen que trae este tipo de eventos internacionales. Entre inversiones públicas, subvenciones varias, la financiación privada y el aumento del turismo, algunos se estaban ya frotando las manos con el panorama que se avecinaba. Está claro que en economía no solo se mira el corto plazo, sino también el largo. ¡Y tanto! Estamos en 2013 y ya nos habíamos montado el cuento de la lechera a 7 años vista. Dicen que España es el país de la pandereta y las castañuelas, que somos optimistas por naturaleza y que tenemos tendencia a ser positivos. Puede ser que mi yo british le esté ganando el paso al español, pero no tengo mucho que ver con ese estereotipo. Soy un luchador, un ganador nato, pero tiendo a ponerme siempre en lo peor para luego poder llegar a lo mejor. 

Creo que los responsables de la candidatura estaban demasiado seguros de su triunfo. Después de haber contratado a un equipo de expertos en organización de eventos, se veían ya con el pebetero a tiro de piedra. Alejandro Blanco y el COE parecían estar agitando ya la bandera blanca con los cinco aros. Y Ana Botella no cabía en sí de gozo. De ser la "señora de" a convertirse en la cabeza visible del éxito olímpico de Madrid 2020. Las batallitas que se traen entre la alcaldía y el gobierno regional parecían haber quedado aparcadas por unos días. Como el paréntesis del Kit-Kat, todo eran sonrisas y palmaditas en la espalda. Al final, Madrid cayó en la primera ronda eliminatoria. Y lo hizo nada más y nada menos que frente a Estambul. Y luego llegó el fin de fiesta: Tokio había sido la ciudad elegida. No es que me alegre de que no hayan elegido a Madrid como sede, pero creo que era necesaria una cura de humildad. Después de tanto insistir y tanta cabezonería con infraestructuras varias que luego solo se usan una vez al año (¿qué decir de la súper Caja Mágica?), puede que sea momento ahora de replantearse la estrategia. ¿No sería mejor invertir ese dinero en políticas de empleo? Al final los Juegos Olímpicos serán como Eurovisión: sin alianzas no se gana. 

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