A veces me cuesta reconocerme. Como me ha dicho Miguel hace un par de días, soy un hombre nuevo desde que vuelvo a follar al 100%. Era el único al que le había hablado de mi problema en profundidad, así que tenía ganas de contarle las buenas noticias también. Nos fuimos de pintas después del trabajo y, entre copa y copa, nos pusimos a hablar de lo bien que van las pastillas de Levitra. "¡En caso de que empieces a fallar, ya sabes, tío!", le dije. Aunque no se lo deseo ni al peor de mis enemigos… Según él, se me ve más relajado, volviendo a ser yo mismo. Hasta me nota otra vez el punto de chulería y arrogancia que siempre me ha echado en cara. A ver, yo soy (o era) así. Me gusto y no me importa demostrarlo, pero tampoco es que vaya arrasando como Atila. Simplemente, juego mis bazas con la habilidad de un maestro. Al fin y al cabo, ya peino canas.
Pero no todo es hablar de sexo, que, aunque seamos hombres, no somos dos cro-magnones. Miguel está un poco preocupado porque en su empresa ha habido cambios en el equipo directivo y todavía no tiene muy claro cómo van a afectarle a él. Ha estado trabajando durante años como freelance y en diciembre pasado le propusieron ponerlo en nómina. En la mentalidad de nuestro país esto sería toda una noticia, pero no para Miguel. Como autónomo, evidentemente estaba obligado a pagarse su propio seguro y tal. Pero, al mismo tiempo, percibía una de dietas para parar un tren: por el transporte, por el Mac, por rendimiento, por incentivos, etc. Ahora, estando en plantilla, tiene un sueldo fijo y ya está. Por eso no está del todo satisfecho, a pesar de que en su momento fui un águila negociándolo y se cubrió bien las espaldas. El problema es que se siente anclado, sin margen de maniobra y con un panorama un poco raro entre sus jefes.
La conversación se estaba volviendo un poco deprimente, hasta que Miguel se arrancó con una de sus ideas surrealistas. Dice que lo mejor sería irse a Alemania, como Alfredo Landa. "Seríamos la nueva generación de paletos españoles a la conquista de la tierra prometida, de las rubias tetudas y de las salchichas con cerveza". "Hombre, visto así tampoco suena tan mal", le contesté. Me parto con este tío. Siempre le ha gustado la mentalidad germana, su carácter racional en el trabajo y su capacidad de sacrificio. Eso sí, con un poco más de chispa serían ya perfectos. A lo mejor yo debería hacer lo mismo y empezar a buscarme un futuro en Alemania. Al fin y al cabo, Angela Merkel los pone a todos bien firmes y eso es, precisamente, lo que a mí me ha faltado en los últimos tiempos…